n las costas de Colima, bajo un sol que acaricia las salinas y un viento que danza entre montañas, nace la Flor de Sal de Cuyutlán. Finos cristales blancos que flotan como pétalos sobre el agua, recolectados a mano con la misma paciencia con la que se guarda un secreto ancestral.
Esta no es una sal cualquiera: es un regalo del mar, puro y natural, que aporta minerales esenciales como magnesio y sodio, fundamentales para mantener el equilibrio del cuerpo, la hidratación y la vitalidad.
Su textura delicada y su sabor limpio, con un dejo más profundo y complejo que la sal refinada, convierten cada platillo en una experiencia sensorial. Un toque basta para realzar el alma de los alimentos y llevarlos a una dimensión gourmet.
100% natural, sin procesamiento químico.
Rica en minerales que nutren y equilibran funciones vitales.
Baja en sodio comparada con la sal refinada.
Espolvoréala al final de tus platillos para potenciar el sabor natural.
Úsala en carnes a la parrilla, ensaladas frescas o pescados a la plancha.
Atrévete con un toque sobre chocolate amargo, caramelo o cocteles: lo dulce y lo salado en un solo instante mágico.
Unas ostras frescas con limón y un vino espumoso brut o cervecita cayaco: el mar en su máxima expresión.
O un filete sellado con mantequilla y romero, acompañado de una cerveza Páramo: la montaña en su esplendor.